Innovación
Alguna vez, el expresidente de Cisco Systems, Jhon T. Chambers, mencionó que “las empresas no cierran por hacer lo incorrecto, cierran por hacer lo correcto durante demasiado tiempo”.
La mayoría de veces, las compañías comienzan a innovar concentrándose en perfeccionar su modelo de negocio, ignorando los avances tecnológicos, las tendencias en los mercados y los cambios que pueden tener grandes impactos en el consumidor.
Aunque muchos tienen éxito, pues logran incrementar sus ventas, utilidades o porción de un mercado, en el entorno actual, las respuestas a los retos que fueron alcanzados ayer están perdiendo relevancia y los retos del mañana están tomando tal importancia que el no poder levantar las preguntas correctas alrededor de esos retos, puede hacer que, en un horizonte de pocos años, los negocios carezcan de la competitividad mínima necesaria para continuar operando.
Es común para las organizaciones que están comenzando a explorar procesos de innovación, encontrarse con desafíos similares a estos:
- La alta dirección es escéptica sobre el éxito que podrían tener las nuevas iniciativas y tienen afinidad por ejecutar simples mejoras a los modelos de negocio que operan en la actualidad.
- Toma de decisiones con una perspectiva “de adentro hacia afuera” y no “de afuera hacia adentro”.
- Tener un enfoque en mejoras incrementales de productos y servicios ya existentes, además de hacerlo extensivo a toda la compañía.
No deja de ser importante para una organización llevar un riguroso análisis enfocado en mejoras de este tipo (incrementales), sin embargo, es de total importancia el desarrollar la capacidad organizacional de ejecutar propuestas que respondan con firmeza al vehemente llamado de innovar.
No busco ahondar en la definición tradicional de innovación; es sabido (y percibido) el sobreuso que se le ha dado en el entorno empresarial. Muchos la usan indiscriminadamente, tal vez, queriendo que esta sea muchas cosas que en realidad no es. Sabemos que es buena, la deseamos y lo que nos permite llegar a ella es justamente lo que queremos encontrar.
Creo entonces que la innovación no es más que el ejercicio consciente, constante y juicioso del individuo, la organización y de la sociedad en busca del desarrollo, y a la vez, el resultado mismo de estos esfuerzos.
Para ilustrar mejor esta idea encuentro útil el concepto de la autopoiesis, un neologismo que cobró gran importancia en la ciencia debido a que pudo definir qué es el estar vivo y que fue acuñado por los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela.
La autopoiesis significa “crearse a si mismo”. Es un neologismo que designa una cualidad muy particular de un sistema: la condición de existencia de los seres vivos equivale la continua producción (y mantenimiento) de sí mismos.
Los seres vivos son ante todo seres autónomos y este es el poder más aquilatado que otorga el innovar: la capacidad de depender de sí mismos como organización en la constante búsqueda del desarrollo y poder seguir aportando al entorno.